martes, 20 de octubre de 2009

Mi primer día en el infierno llamado secundaria.


Cuando era pequeñita, mocosita y lloroncita (lo último hasta la fecha), creo que era una niña normal, tenía mis amiguillas e iba a sus casas a jugar barbies y a las comiditas. También recuerdo que en mis tiempos de infancia tenía muchos vecinos (niños y niñas) más o menos de la misma edad y nos juntábamos a jugar a las escondidas o a andar en bici y/o patines. En ese entonces todo era felicidad, las niñas me agradaban, yo les agradaba a ellas, tenía muchas amigas, nos contábamos cosas de amigas, no había celos, ni hipocresías, solo risitas y a veces lagrimitas por niños feos que nos trataban mal, aunque también los tratábamos mal a ellos, recuerdo los buenos golpes que les metía cuando me molestaban, pero esa es otra historia.*

Todo estaba bien, hasta que llego la maldita secundaria, ay! pero como la odie!, no sé si a todos les parezca así, pero creo que no, he escuchado muy buenos recuerdos de otras personas sobre esa etapa de sus vidas, pero yo no puedo decir lo mismo, para mí fue lo peor. Si de por sí, cuando eres adolescente no te soportas ni a ti mismo con tus hormonas, aparte tienes que soportar a otros 300 adolescentes haciéndote la vida imposible, es horrible!.

Para empezar, empecé mal, me hice un esguince de tobillo una semana antes de entrar, así que fui en muletas a hacer en el examen de admisión (que ni de admisión era, solo mero requisito) y para cuando empezaron las clases ya me habían quitado el yeso, pero aun no caminada bien, cojeaba y me dolía a cada paso que daba, y para acabarla ningún zapato me entraba porque seguía con el pie hinchado y con una venda encima, así que no me pude llevar los zapatos del uniforme, mi mamá me prestó sus tenis azules tipo Converse, pero claro que no eran converse, eran de una marca que se llamaba Panam, estaban viejos, feos y además estaban decorados con puntitos de pintura plástica roja y blanca, la verdad no me gustaban, pero eran los únicos zapatos que le quedaron a mi pie gordo, y era eso o irme en sandalias, así que no me quedó de otra. A parte de los tenis feos, solo me pude poner calceta en el pie bueno, en el malo no había lugar más que para la venda. Así que ahí iba cojeando, con la mochila de mil kilos, uniforme de secundaria (blusa blanca casi trasparente fajada, con falta gris laaaaaaaarga a cuadros), tenis de payaso y solo una calceta al primer día de clases en el infierno.

Por supuesto, se burlaron de mí por múltiples razones, estuve casi una hora parada en un solo pie haciendo los honores a la bandera, más de alguno sin querer (eso quiero creer) me golpeó en mi piecito, tuve que bajar y subir escalones para ir al baño, lo mismo para ir a la cafetería y no sé porque no me puedo acordar si alguien me ayudó en mi desgracia, será porque nadie lo hizo? :’( . Quiero pensar que NO fue así, porque de lo que sí me acuerdo es que según yo sí tenía amigas o de perdis conocidas en mi salón, así que supongo que alguien me ayudó o tan siquiera se ofreció y le dije que NO (eso quiero creer).

Los tenis eran algo parecido a esto, pero con puntitos rojos y blancos =S


Bueno, aquí no acaba la triste historia del primer día, lo peor de ese día fue que a la salida mi Mamá quedó de pasar por mí en el coche, ya que no iba a llegar muy lejos con mi andar de tortuga, así que la esperé como media hora y no llegaba, me desesperé y decidí encaminarme para ver si la encontraba en el trayecto, pero jaja, no me acordaba que no sabía ni como regresarme a mi casa**, tenía una idea vaga y difusa de para donde me tenía que dirigir pero así segura segura, no estaba... así que caminé leeento, pero dolorosamente seguro a donde mi poca orientación me dictaminó hasta que llegué a una calle conocida y por fin supe donde andaba (no andaba tan perdida) y pude llegar a mi casa, claro! con el pequeño costo de un pie mas hinchando que lo que ya estaba, más morado que lo que ya estaba y más dolor del que ya tenía. Y después vino la cereza del pastel, mi mamá llegó a la casa 15 minutos después y yo ya estaba esperándola afuera, (porque claro que no tenía llaves para entrar), y claro que llegó enojada por haber ido de envalde a recogerme y me regañó por eso y por caminar tanto con mi pata mala y jodermela más de lo que ya estaba.

Confesiones:

*Confieso que en la primaria me aprovechaba del hecho de ser niña y de que los niños no te deben pegar por que no es correcto que un niño golpee a una niña. Si me molestaban los agarraba de los pelos, los jaloneaba hasta el piso y los obligaba a que me pidieran perdón, o si no los pateaba en donde más les dolía (sí, ahí donde se imaginan), no me enorgullezco de eso, la verdad si fui cruel, me es un poco cómico imaginarme haciendo eso jaja, oh! que mala fui!, tuve suerte de que ninguno me regresara los golpes, entonces la historia sería otra, pero no me remuerde tanto la conciencia porque parecía que les gustaba que los golpeara, siempre volvían por más.

**Confieso que cuando entre a la secu no sabía ni donde estaba parada, la razón es que nunca tuve la necesidad de saber moverme sola, nunca salía sola más que para ir a la primaria que estaba a dos cuadras de mi casa y si tenía que salir mis papás me llevaban y me recogían, so no sabía de calles, ni direcciones, ni rutas, ni camiones, ni nada de nada y de hecho no aprendí nada de eso hasta la prepa, donde si tuve la necesidad de moverme. Oh si! Era una niña de su casa y de sus papis!.

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